Lo que llama la atención en un momento de la historia en el que creemos haber comprendido el significado y la importancia de la protección a los derechos humanos, es que la rapidez de los avances tecnológicos siempre está dejando atrás a las reflexiones sociológicas y éticas que podrían resolver los nuevos dilemas que se presentan de la mano del gran fenómeno en que se ha convertido el intercambio masivo de datos, ya que en el futuro inmediato los verdaderos detentores del poder serán quienes controlen la información, e Internet es un medio que, al menos hasta hace poco, se nos presentaba como el paraíso de la libertad de expresión. En total oposición a esto, desde hace un tiempo he venido leyendo a diario artículos noticiosos sobre las diversas medidas que el gobierno de China está implementando para restringir a sus ciudadanos el acceso a ciertos contenidos de la Red, mediante filtros y distintas clases de software y hardware; hechos que han sido detectados y condenados por organismos como Amnistía Internacional.
Pero el problema, más allá de que los autores no puedan difundir sus ideas o de que los usuarios no puedan acceder a la información que buscan, atenta contra libertades básicas de las personas: el gobierno chino obtiene de empresas como Yahoo! y Microsoft (no olvidemos que esta última se encuentra negociando la posible compra de la primera), información personal de los usuarios, que podría ser utilizada para efectuar arrestos que, según las normas internacionales en materia de Debido Proceso penal, serían del todo ilegítimos. La censura en China y otros países asiáticos que siguen el mismo esquema, parece obedecer principalmente a motivos políticos, ya que el flujo de información en Internet es sumamente difícil de controlar y la crítica a los procedimientos de las autoridades se considera muy peligrosa para la estabilidad del régimen.
Hay que recordar que en Internet, a diferencia de lo que ocurre en medios de comunicación como la radio y la televisión, el acaparamiento político o económico se ve frustrado por la posibilidad de que pequeños grupos de usuarios, o sencillamente individuos que, evadiendo el trabajo y los quehaceres, nos ponemos a escribir, coloquemos prácticamente cualquier contenido en páginas Web que pueden ser vistas por cualquier persona en el mundo. Una facultad tan elemental como la de exteriorizar nuestro ser, de hacer patente lo que somos a través de la revelación de nuestras opiniones, de dejar huella de nuestro paso fugaz por el mundo; no puede menguarse en un momento tan crítico y mucho menos en uno de los pocos medios que hasta ahora nos había permitido confrontar criterios que, fundamentados o no, racionales o irracionales; tienen una característica que los legitima y vuelve dignos de tolerancia: son esencialmente humanos.