Las palabras "feminismo" y "feminista" muchas veces son mal comprendidas en nuestro medio. Hay quien piensa que una feminista odia a los varones, los considera inferiores o simples medios para reproducirse, y los atacará ferozmente en cuanto tenga oportunidad. Lo que el feminismo reivindica en esencia, es la igualdad de derechos entre los géneros. Así, no es necesario ser mujer para proclamarse feminista y de hecho, grandes intelectuales de la historia lo han sido. A los movimientos feministas se les deben importantes logros sociales, tales como el voto femenino, la posibilidad de acceder a la educación y profesionalización e incluso logros jurídicos recientes: hasta hace no muchos años nuestro código civil consideraba a la mujer relativamente incapaz desde el momento en que contraía matrimonio, fenómeno que hoy ha desaparecido.
Antes de la revolución francesa existían ideas aisladas sobre la equidad en derechos, pero no un feminismo como movimiento colectivo.
Simone de Beauvoir
, en los años 40, escribió acerca de la necesidad de tomar conciencia de que históricamente en la sociedad, la mujer ha estado en desigualdad de condiciones tanto sociales como jurídicas, institucionales e incluso afectivas, respecto de los hombres. La mujer estaba fatalmente destinada al ámbito privado y doméstico, mientras que el hombre manejaba la vida pública y el poder político. Beauvoir convivió toda su vida sin casarse, con Jean Paul Sartre, y no tuvieron hijos. Su estilo de vida fue considerado una amenaza por los sectores conservadores y la iglesia cristiana.
Más tarde, la canadiense
Shulamith Firestone
escandalizaría con ideas en ese entonces consideradas inaceptables como la posibilidad de que la mujer se negara a cumplir con su rol preasignado de madre y ama de casa, la legalización del divorcio y el reconocimiento de los hijos ilegítimos, o la obligatoriedad del establecimiento de guarderías públicas para permitir a las mujeres desenvolverse laboralmente. Aún más perturbadoras resultaban sus ideas acerca de la liberación sexual de los individuos (hombres y mujeres), que deben tener derecho absoluto a decidir mantener relaciones sexuales con quienes escojan.
El concepto central del feminismo contemporáneo es el de
género
, que se refiere a la idea de que lo masculino y lo femenino no son hechos naturales sino construcciones sociales. La eliminación de estos estereotipos corresponde tanto a varones como a mujeres, ya que las diferencias biológicas no tienen por qué traducirse en desigualdades sociales.
En la llamada postmodernidad -a partir de los años 70-, la liberación de la mujer es praćticamente un hecho en los países más desarrollados del mundo, en que los que la equidad laboral casi se ha realizado y las conquistas de las mujeres incluyen el reconocimiento de sus derechos de libertad de decisión y acción. Sin embargo, en los países más pobres, la mujer sigue siendo víctima de discriminación, trata, violencia doméstica y sexual, desigualdad en el salario y negación de oportunidades. En África subsahariana por ejemplo, la propiedad es prerrogativa exclusiva de los varones, mientras que en los países islámicos la desigualdad es un componente religioso que se reconoce como política de Estado. En Latinoamérica la violencia contra la mujer sigue siendo un problema preocupante, y la pobreza afecta principalmente a las mujeres campesinas. En Ecuador, la organización
SENDAS
tiene la misión de trabajar por la equidad de género y desarrolla diferentes programas para la inclusión de sectores excluidos y la educación de mujeres, campesinos y jóvenes.
El feminismo de hoy, sigue planteando, como el de hace años, el rompimiento de los esquemas machistas y patriarcales presentes en la historia de la humanidad. Personalmente, me considero feminista porque rechazo la imposición de roles sociales partiendo de consideraciones sexistas, porque creo en la libertad de decisión sobre la propia sexualidad y afectividad, y en la igualdad de oportunidades para acceder a la educación, al trabajo, a una remuneración justa, a la independencia económica, a participar en la vida pública y política, en la vida cultural y artística de la comunidad y en el pensamiento filosófico y científico de nuestro tiempo. No creo que los varones deban ser considerados objetos u herramientas, tanto como no creo que las mujeres deban serlo. No creo que la inequidad social pueda tener justificación en los órganos genitales con los que nace un ser humano ni en ninguna otra consideración discriminatoria. Ser feminista me parece una postura inherente a la racionalidad.
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