Desde muy joven he tenido la suerte de compartir mi vida con animales domésticos, en particular perros. Así también, en más de una ocasión me he referido a los horrores de las prácticas especistas y a las polémicas generadas en ese contexto. Por esa razón, una de las problemáticas que me llaman la atención, es la hipótesis de incompatibilidad de una perspectiva de liberación animal con la práctica de vivir con animales de compañía. De hecho, el propio Peter Singer cuenta en su famoso libro, una anécdota en la que él se encuentra con una mujer que dice estar interesada en los animales y le empieza a hablar sobre mascotas, sorprendiéndose de que él, siendo animalista, no tuviera ninguna.
Las prácticas humanas de maltrato a los animales, suelen ocurrir generalmente en estructuras culturales antropocentristas, que miran a los animales como objetos para el provecho humano, sea en el trabajo, en la alimentación o incluso como compañía. En este último caso, el trasfondo antropocentriste puede ser menos evidente que en los casos de maltrato, ya que por lo general, las personas que tienen mascotas les brindan protección y cuidado. De hecho, el mercado y la industria que giran alrededor de las mascotas parecen haberse ampliado exponencialmente en los últimos años, poniendo a nuestro alcance las más variadas opciones para acceder a productos relacionados, como la página de clasificados sobre animales y mascotas en OLX. No es imposible, sin embargo, percibir que en algunos casos, incluso cuando está bien cuidado, el animal sigue siendo visto como un medio para el placer o la satisfacción de su dueño. Así por ejemplo, los estudios sobre los beneficios para la salud mental y física que puede traer una mascota suelen estar planteados desde una perspectiva exclusivamente utilitaria y con mucha frecuencia omiten la consideración importantísima de que los animales son seres sintientes que necesitan dedicación y tiempo. ¿Es posible entonces concebir una relación de compañerismo humano-animal a través de prácticas no especistas?
En mi opinión es posible, y considero que un ejemplo interesante de ello es la historia que presenta Mark Rowlands en su libro "El filósofo y el lobo" en la que narra varios años de su vida conviviendo con su lobo Brenin -especie que por lo general no se considera doméstica, pero es domesticable- y cómo esa convivencia propicia una serie de experiencias y aprendizajes que le cambian la vida. Más allá de las lecciones de tipo filosófico que deja la obra, también es interesante analizarla desde su narrativa y cómo atribuye características morales a un animal no-humano. En ese sentido el libro se aleja del tradicional antropocentrismo de la academia y la filosofía occidental, pues el animal es en la historia un sujeto de consideración moral, es decir, no un mero instrumento sino un individuo dotado de fines propios que se originan en su calidad de ser sintiente. Rowlands no afirma, sin embargo, que el sujeto moral sea siempre necesariamente agente moral, es decir responsable éticamente. La responsabilidad moral es un atributo de formas avanzadas de conciencia (existen grados de conciencia pero no la conciencia como un atributo exclusivamente humano) y también es un atributo del poder, por lo que es perfectamente posible imaginar un individuo al que se le atribuyen derechos pero no obligaciones concomitantes -como sucede con los niños o las personas con alguna enfermedad mental-. La cuestión no es, entonces, "humanizar" a las mascotas (práctica con frecuencia condenada por ciertos expertos en comportamiento animal) sino ampliar integralmente el espectro de consideración moral para superar la instrumentalización de otros seres sintientes.
Se trata de discusiones muy interesantes que interrogan no solamente la naturaleza de nuestras interacciones con otros animales sino también el contenido mismo de nociones que damos por garantizadas en la sociedad moderna, por ejemplo la noción de derechos, que desde la tradición del pensamiento liberal racionalista, no podría nunca incluir sino a la especie humana -en algún punto no incluía a las personas de color ni a las mujeres-, pero que puede perfectamente y sobre la base de argumentos profundos y plausibles, ser desafiada.