Cada época ha tenido una moda propia. En todo tiempo el hombre ha exteriorizado sus ángeles y demonios a través de su vestimenta e indumentaria. Si hablamos de la década del 60, pensaremos en los hippies, si hablamos de los 80, recordaremos el estrafalario look de las estrellas del glam. La publicación de un artículo que puso en tela de juicio el atractivo sexual del cantante de
Tokio Hotel
,
Bill Kaulitz
, quien se caracteriza por una apariencia andrógina y delicada, causó gran revuelo en el blog de Pitonizza, provocando desmedidos comentarios por parte de las fans. Más allá de lo divertido o ingenuo que pueda ser este comportamiento, la reacción masiva hace que nos preguntemos por qué la ambigüedad sexual parece atravesar la estética contemporánea a todo nivel.
Hoy los medios masivos difunden tendencias que se propagan vertiginosamente alrededor del globo. El fenómeno "emo" -o fashion emo, para diferenciarlo del subgénero del hardcore- del que mucho se habla en la Red pero del que aparentemente se sabe muy poco, ha captado la atención de los más tradicionales, sobre todo por la estética andrógina que propaga. Pues bien, esta estética no es en realidad tan reciente: un antecedente inmediato, me atrevo a decir, lo constituye el estilo gráfico del Manga japonés, con la exótica belleza que apenas diferencia entre personajes femeninos y masculinos, y el
Visual Kei
, estilo escénico-musical, también japonés, que combina componentes de la cultura gótica, el metal y el glam.
La palabra "andrógino", del griego Andros: hombre, y Ginos: mujer, designa un mito de la tradición helénica: la primera raza que vio la luz, referida por
Platón
en uno de sus diálogos. Esta raza primordial contenía en sí las dos polaridades y era tan fuerte, que los dioses del Olimpo le temían. La medida tomada para debilitarla consistió, pues, en separar los sexos, dando lugar a la aparición de hombres y mujeres. Diversas tradiciones orientales y occidentales presentan ejemplos de divinidades andróginas; la tradición cristiana ha representado tradicionalmente a ángeles, arcágeles y querubines, como seres sin sexo definido.
A partir del Renacimiento, la estética andrógina empieza a perder el significado trascendente que se le había dado, para convertirse en algo mundano. La psicología freudiana nos dirá que la androginia es una proyección del sujeto, con la cual éste busca resolver un conflicto psicológico, pues la indefinición sexual corresponde a un período prenatal y feliz del desarrollo del individuo.
Somos herederos de la liberación sexual que se iniciara en los años 60, con la aparición de la píldora anticonceptiva, que pone en manos de la mujer el control de la natalidad, otorgándole una mayor independencia y acercándola a la posibilidad de ser, no sólo madre de familia y ama de casa, sino competidora directa de los varones en todos los espacios sociales, confundiéndose los roles tradicionalmente reservados para cada uno de los géneros. Todo efecto tiene una causa; quizá no debería sorprendernos la generalización de las formas ambiguas como resultado de un proceso histórico-cultural... ¿será posible que esto no sea sino una vuelta de espiral que regresa sobre el ideal concebido en tiempos antiguos como una unidad perfecta que se completa a sí misma?
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