
Hoy los medios masivos difunden tendencias que se propagan vertiginosamente alrededor del globo. El fenómeno "emo" -o fashion emo, para diferenciarlo del subgénero del hardcore- del que mucho se habla en la Red pero del que aparentemente se sabe muy poco, ha captado la atención de los más tradicionales, sobre todo por la estética andrógina que propaga. Pues bien, esta estética no es en realidad tan reciente: un antecedente inmediato, me atrevo a decir, lo constituye el estilo gráfico del Manga japonés, con la exótica belleza que apenas diferencia entre personajes femeninos y masculinos, y el
Visual Kei
, estilo escénico-musical, también japonés, que combina componentes de la cultura gótica, el metal y el glam.

A partir del Renacimiento, la estética andrógina empieza a perder el significado trascendente que se le había dado, para convertirse en algo mundano. La psicología freudiana nos dirá que la androginia es una proyección del sujeto, con la cual éste busca resolver un conflicto psicológico, pues la indefinición sexual corresponde a un período prenatal y feliz del desarrollo del individuo.
Somos herederos de la liberación sexual que se iniciara en los años 60, con la aparición de la píldora anticonceptiva, que pone en manos de la mujer el control de la natalidad, otorgándole una mayor independencia y acercándola a la posibilidad de ser, no sólo madre de familia y ama de casa, sino competidora directa de los varones en todos los espacios sociales, confundiéndose los roles tradicionalmente reservados para cada uno de los géneros. Todo efecto tiene una causa; quizá no debería sorprendernos la generalización de las formas ambiguas como resultado de un proceso histórico-cultural... ¿será posible que esto no sea sino una vuelta de espiral que regresa sobre el ideal concebido en tiempos antiguos como una unidad perfecta que se completa a sí misma?
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