La campaña electoral de afines y opositores nos inunda y aturde: todo se vale en la guerra, en el amor y en la política. En medio de un torrente publicitario que no tiene nada de ingenuo, uno quiere asomar la nariz como un periscopio, a la superficie, para respirar.
Tantos debates se han oído y desoído, tantos insultos se han lanzado y devuelto... cuántas cosas hay que tener presentes para tratar de armar un panorama más o menos completo de la realidad de un país al que muchas veces se ha calificado de ingobernable.
Cuando me inscribí en el primer año de la Facultad de Ciencias Jurídicas, pensaba en el Derecho como el instrumento idóneo para permitir la convivencia armoniosa en la sociedad, incluso a pesar de que la palabra abogado, en nuestro medio, prácticamente equivale a "ratero". Durante cinco años de estudio fui percibiendo un generalizado enfoque "normativista" del Derecho: los abogados suelen conocer artículos y mañas, pero muy poca sociología, antropología, filosofía del Derecho.
Y esta carencia es generalizada, pues a todo nivel tendemos a enfocar los problemas desde un solo ángulo: el tiempo es lineal, la ciencia es infalible, el horizonte mide lo que nuestro rango de visión. El pensamiento de vanguardia pone a tambalear todo lo que considerábamos lógico: la causalidad se ve desafiada por la probabilidad, el mundo macro no responde a las mismas leyes que el universo subatómico, los enfoques normativistas son amenazados por las teorías del caos.
¿Por qué nada ha funcionado? ¿Por qué nada ha resultado eficaz para resolver los problemas de nuestra gente? ¿No es la rebeldía ante las normas una señal de que el ordenamiento jurídico no ha sabido responder a nuestra identidad? ¿Será que no somos europeos y sin embargo nuestro Derecho sí lo es? ¿Quienes han construido lo que hoy llamamos sistema jurídico ecuatoriano?
Acudamos a votar recordando que la realidad es compleja y diversa. Concluyo las serie de entradas de época electoral ofreciéndoles algunas reflexiones sueltas a propósito del proceso:
- En lo cotidiano, nuestra sociedad conserva los rasgos racistas y clasistas que predominaron en la colonia. Es hora de cambiar y reconocer de verdad la diversidad cultural y étnica del país no sólo a partir de declaraciones sino a través de mecanismos que permitan la inclusión de los pueblos indígenas y afroecuatorianos, cuya identidad debe respetarse, al igual que la de la mayoría mestiza.
- Sin una participación ciudadana activa resultará imposible llevar al éxito cualquier proyecto, por bien estructurado que esté. Tenemos que abandonar la indiferencia política y ser verdaderos actores en los procesos sociales, fiscalizando sí, pero también aportando.
- No tomemos en cuenta únicamente los beneficios individuales que podemos o no obtener de la Constitución. Por un momento pensemos en el otro, el menos afortunado, el que no ha podido educarse y se debate diariamente entre los modelos consumistas que vende el sistema, y la frustración de no poder alcanzarlos, porque no puede acceder a los medios. La palabra clave es solidaridad.
- La Constitución declara y garantiza el respeto de los derechos fundamentales y traza la estructura del Estado; pero el Estado no es más que una abstracción. Si queremos un cambio real, tenemos que empezar por nosotros mismos. Suena trillado pero es cierto: seamos más justos, más equitativos en nuestra vida diaria, evitemos a toda costa la arrogancia, valoremos la condición humana de cada una de las personas que nos rodean, jamás aplastemos la dignidad de los otros, nunca seamos pasivos ante la crueldad y aprendamos a ser humildes. No seamos presa fácil del sistema. Hay que recordar que el bienestar económico no es un fin en sí mismo, es un medio, una herramienta que debe permitir la realización integral del ser humano.
- Finalmente, y en lo que con seguridad puede calificarse de cursilería, diré que le demos rienda suelta al amor. Mirémonos a los ojos. Encontremos en el otro una razón para regocijarnos, celebremos la naturaleza humana y su infinita capacidad de reivindicación.
¡SÍ!
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Consultas:
Actas de las sesiones del pleno
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